ASPECTOS DE LA VIDA CIVIL DESPUÉS DE LA LIBERACIÓN.

La vida en la población volvió a reanudarse bajo el mando de las autoridades nombradas para regir la vida civil, social y política. Poco a poco fueron llegando a Líria los combatientes de los dos bandos, tanto los voluntarios como los que habían sido encuadrados en virtud de los reemplazos incorporados al Ejército de la República.

Es imposible relacionar la totalidad de combatientes que fueron movilizados. Sólo lo he hecho de los que fueron encuadrados en la LXX Brigada Mixta gracias a las notas proporcionadas por Miguel Puchol Alegre, que gracias a su prodigiosa memoria conserva vivos los recuerdos de aquellos años. De los combatientes que pasaron a la zona nacional recordamos entre otros a Miguel Vergara Gimeno, Miguel Asensio Martínez, Miguel Peñarrocha Taroncher, José Llopis Simeó, Francisco Benito Sánchez, José Yuste Pablo, Miguel Martínez Peñarrocha, José Solaz Hernández, Pascual Lis Palomar, Miguel Martínez Fombuena, José Ferrandis Calvo, Martín Gracia Argente y otros muchos que es imposible relatar. La fábrica de los hermanos Ríos-Seguí volvió a funcionar bajo la dirección de los propietarios Don Santiago y Don Vicente Ríos Seguí. La dirección técnica fue obra de Don Alfredo Portig Menert que volvió con su familia y pasó a residir en Líria. Los ingenieros jefes de sección eran los señores Margarit y Salom. Los propietarios no llevaron a cabo ninguna medida represiva contra los trabajadores, es más, Enrique García Fabra, que había perdido una pierna luchando en el frente con la LXX Brigada Mixta fue readmitido y encargado de la portería.

La fábrica de hilados de Manuel Cantó, asimismo reanudó los trabajos propios de la misma, aumentando las diversas secciones de picado, tendido e hilados con una sección de esportines con gente traída de Abanillas (Murcia), siendo el encargado Don José Pacheco. Muchas de las familias como los Lajara, Tristán y Pacheco se quedaron en Líria y fundaron aquí sus familias. La empresa con generosidad, regentada por los hijos de Don Manuel Cantó, Julián, Ismael, Juan y Vicente, admitieron en la fábrica a todas las personas que llegaron a Líria procedentes de Cieza, Sotana, Calasparra y otras poblaciones murcianas. El grupo escolar de San Vicente Ferrer, que había sido hospital militar, empezó a funcionar en el curso de 1939-40 siendo su director Don Salvador Roger así como los maestros Don Manuel Miguel Cintero, Don Ángel Martínez y Don José Grau Alfonso entre otros.

La campaña vitícola se llevó a cabo abriendo las bodegas de los hermanos Daud, Cortina y la cooperativa “La Campesina” pero ya con el nombre de “Cooperativa Vinícola” que continúa hasta nuestros días. También reanudó su actividad la fábrica de aceite de orujo del señor Mateu Ferrando y los coladores de Martínez y otros.

Se llevaron a cabo, a pesar de la carestía, las fiestas en honor de San Miguel Arcángel, realizándose la procesión el 29 de marzo de 1939 con la efigie de un San Miguel pequeño ya que la imagen antigua había sido quemada durante los primeros meses de la guerra. En la procesión formaron muchos soldados con sus uniformes que habían llevado durante la guerra. Al frente de los mismos estaban los dos Alféreces Provisionales Don Marcelino García Sornosa y el reverendo Don Vicente Tomás Alonso del Cuerpo Jurídico Militar, novicio en 1936 de la Orden de San Vicente Ferrer y que finalizada la guerra fue ordenado como religioso de la Orden. Asimismo volvió la feria con sus barracones de venta de juguetes y utensilios, destacando entre otros el “Barracón Largo”, propiedad del señor Lluch, el de Molina, los de tiro al blanco, los puestos de venta de los famosos “garrotes lirianos”, la feria de la herramienta agrícola que se instalaba al lado del Ayuntamiento, “Marioles” con su famoso Bigote en su barracón de juegos de cartas, la rueda de los caballitos que se instaló –como de costumbre- detrás del Ayuntamiento, las barcas “de fuerza” que se instalaron en la plaza de Partidores, delante de lo que hoy es la Tasca de Pepe y por último se celebraron festejos de toros, montándose el ruedo en la de Partidores con sus clásicas escaleras. El concejal de fiestas fue Francisco Balaguer Rosell y el corneta que daba los avisos Pascual Ibáñez Carpio, que aún vive a sus 91 años. Se realizaba la famosa “entrá” y por la tarde la corrida en la que se lidiaban dos toros y cuatro vaquillas. A los dos toros se les clavaron banderillas por toreros venidos de Valencia que al final del espectáculo pasaban una capa por delante del público que les lanzaba unas monedas con las que malvivían los matadores, puesto que con la gratificación del Ayuntamiento no les llegaba. Una anécdota quiero relatar: En una de las corridas de toros se lanzó al ruedo un madrileño, requeté del Tercio de “El Alcázar”, cogió un capote y le dio varios lances al toro, lo que le valió una gran ovación. Al día siguiente quiso repetir la faena pero esta vez el toro le dio un susto y le dejó de recuerdo algún que otro moratón.

Y la subida al Monasterio de San Miguel por la escabrosa cuesta, y a derecha e izquierda gente pidiendo limosna y ¿cómo no?, entre ellos, el “baldaet”, de la Pobla de Vallbona, que era minusválido y que iba cubierto con un gorro militar. Los innumerables peregrinos que subían al monasterio lo hacían en cumplimiento de promesas hechas al Arcángel durante la guerra.

En la primera decena de octubre, se realizó una peregrinación de Líria a Zaragoza para honrar a la Virgen del Pilar. La mayoría de los peregrinos fueron para cumplir promesas hechas a la Virgen del Pilar durante la guerra. Los comercios, finalizada la guerra, fueron recibiendo géneros alimenticios de toda clase de los que se habían visto privados antes, como arroz, leche, salazones y conservas de toda clase.

La vida seguía su curso, la juventud incorporada a sus tareas sociales y laborales, miraba con ilusión el futuro sin resquemor de ninguna clase ni odios ni rencores hacia los que aún llenaban la cárcel del Partido y la del Ayuntamiento. Se celebraban los Consejos de Guerra y las ejecuciones que duraron hasta el mes de octubre. Todo aquello pasó y los que lo vivimos, así como la dura posguerra con las privaciones consiguientes que llevó consigo la segunda guerra mundial, hoy ya más que maduros, viejos, queremos para las generaciones actuales y venideras, el respeto, la concordia y el amor entre los españoles.

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